ÚLTIMAS NOTICIAS SOBRE LA DIVISIÓN AZUL


ÚLTIMAS NOTICIAS SOBRE LA DIVISIÓN AZUL

¿Qué buscaban cerca de 50.000 españoles en el frente ruso?

JORGE MARTÍNEZ REVERTE 05/03/2011

  • Cerca de 50.000 españoles lucharon con los alemanes en el frente ruso.

Cinco mil perdieron la vida. La División Azul. Rusia, 1941-1944 (RBA) ofrece otra mirada sobre esa tragedia.

Es un libro de historia y de historias, de experiencias individuales. Su autor cuenta en este texto exclusivo paraBabelia aquella trágica guerra

Todos los años, desde hace muchas décadas, un grupo cada vez menos numeroso de ancianos canta en el cementerio madrileño de la Almudena canciones de origen alemán como Yo tenía un camarada.

Además, los nonagenarios entonan el himno falangista, elCara al sol, acompañados por unos pocos jóvenes de gesto desafiante y estética nazi.

Despedida de voluntarios de la División Azul en la estación del Norte de Madrid en 1941.

Despedida de voluntarios de la División Azul en la estación del Norte de Madrid en 1941.- Martín Santos Yubero / Archivo Regional de la Comunidad de Madrid

Soldados de la División Azul desfilan por la Gran Vía madrileña a su regreso del frente ruso, en mayo de 1942

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Soldados de la División Azul desfilan por la Gran Vía madrileña a su regreso del frente ruso, en mayo de 1942- Martín Santos Yubero / Archivo Regional de la Comunidad de Madrid

Primeras páginas de ‘La División Azul. Rusia, 1941-1944’, de Jorge M. Reverte.

DOCUMENTO (PDF – 72,44Kb) – 02-03-2011Foto

Primeras páginas de ‘La División Azul. Rusia, 1941-1944’, de Jorge M. Reverte.

  • Pese a todo, algunos se preguntan ¿en qué se han metido? En una guerra criminal. En eso se han metido

Cuando han salido de España han recibido, por boca de Ramón Serrano Suñer, la consigna de barrer a Rusia del mapa

Conmemoran una derrota y una matanza. La derrota en la batalla de Krasni-Bor, a las afueras de Leningrado, el 10 de febrero de 1943, cuando más de mil doscientos soldados españoles que vestían el uniforme alemán murieron y otros tantos quedaron seriamente heridos en menos de veinticuatro horas en una ofensiva del ejército soviético.

¿Qué hacían allí esos hombres?

Si se lee la prensa de la época, la que acompañaba su marcha, estaban luchando contra el judaísmo, el bolchevismo y la masonería. En ese empeño se dejaron el pellejo, entre 1941 y 1944, unos cinco mil jóvenes de los casi cincuenta mil que se presentaron voluntarios para ir a Rusia a luchar como soldados alemanes. Unos soldados que juraron lealtad al Führer, a Adolf Hitler.

La historia de esa unidad es la de un viaje, que empieza el 22 de junio de 1941 en torno a una mesa del hotel Ritz de Madrid, el más lujoso de una capital que se muere de hambre y de tifus.

Allí, tres importantes jerarcas del régimen franquista deciden que, cuando Hitler desate su previsible ofensiva contra la Unión Soviética, España tendrá que estar presente en la guerra para tener una parte en el botín.

Son Ramón Serrano Suñer, ministro de Asuntos Exteriores, Dionisio Ridruejo y Manuel Mora Figueroa, dos altos cargos falangistas. El botín será cuantioso: Gibraltar, el Marruecos francés y el Oranesado. Un imperio.

Cuando se cumple su deseo de que la guerra empiece, Serrano Suñer lanza una consigna desde el balcón de la Secretaría General del Movimiento en la calle Alcalá: «Rusia es culpable». Y con ese eslogan en los labios, miles de falangistas madrileños apedrean primero la embajada inglesa y se apuntan después a la guerra, que sueñan que podrán hacer subidos a las torretas de poderosos tanques alemanes. Hay que darse prisa, no sea que lleguen a Moscú sin ellos.

A esos falangistas de primera hora les van a mandar oficiales también voluntarios del ejército victorioso en la guerra civil. Unos oficiales a los que los falangistas no quieren obedecer pero a los que van a tener que soportar, porque sin ellos estaría garantizado el desastre.

Poco a poco, a lo largo de los tres años que dure la aventura, los falangistas revolucionarios, pro-nazis, de Madrid, irán escaseando, mientras los oficiales nacional-católicos aumentarán su presencia en la división de voluntarios. En todo caso, ambos grupos coinciden en odiar al judaísmo y el bolchevismo. Y eso se va a notar.

El general Agustín Muñoz Grandes, que es tan falangista como militar, es el hombre al que se escoge para mandarlos. Franco descarta a un importante falangista, José Antonio Girón de Velasco, un antiguo pistolero de la vieja guardia.

No es sensato que alguien sin conocimientos serios de la técnica de la guerra mande a los dieciocho mil hombres que van a Rusia en la primera hornada.

El viaje continúa por el campo de entrenamiento de Grafenwöhr, al norte de Múnich, donde los voluntarios aprenden a usar las armas alemanas y juran solemnemente fidelidad a Hitler, hasta la muerte.

Y después, camino de Moscú, atraviesan Lituania y se internan en Bielorrusia. No van sobre tanques, sino andando, tirando de viejos caballos a los que se comen cuando mueren de agotamiento o por algún accidente.

Por ese camino hacia Moscú, se cruzan con enormes columnas de prisioneros soviéticos conducidos por soldados alemanes, que de cuando en cuando pegan un tiro en la cabeza a los que caen exhaustos.

Y ven a grupos de judíos a los que está prohibido dar comida o ayudar, porque son seres inferiores. Los voluntarios españoles intuyen que el destino de esos judíos es trágico. Algunos desobedecen las órdenes y les dan de comer.

A algunos les provoca lástima su miseria; a otros, les parece que es lo que se merecen.

Y algunos se hacen preguntas, como cuando ven, al llegar a Vítebsk, un cuerpo que pende de una soga, el de un hombre vestido de paisano. A pesar de que el último gesto de agonía se le ha quedado grabado en el rostro, se puede ver bien que se trata de un joven.

El cartel que le han prendido en el pecho está escrito en alemán y en ruso y en él se explica que se trata de Vladímir Baldseski, que era judío y tenía veinticuatro años. También está narrado de forma sucinta el crimen por el que fue sentenciado a la horca: apuñaló a un soldado alemán.

La información tiene un carácter desigual. La gravedad del delito pretende explicar la severidad del castigo. ¿Pero añade algo la condición de judío del ejecutado? Los soldados voluntarios españoles van aprendiendo que sí.

Según transcurre el tiempo que gastan en acercarse al momento triunfal de la entrada en Moscú, los ejemplos se van acumulando. La cuestión de los judíos es muy relevante para los alemanes a los que han venido a ayudar.

Baldseski no es un caso único. Los expedicionarios españoles que han llegado a Vítebsk después de una nueva jornada de ocho horas de marcha a pie que comenzó a las 6,45 horas de la mañana, han visto, y van a ver muchos más, otros cuerpos desmadejados que los verdugos dejan durante tres días a la intemperie para que su visión sirva de escarmiento a quienes puedan sentir la tentación de unirse a las fuerzas partisanas que, según la propaganda nazi, se reúnen en los bosques para hostigar a las tropas del Heer, el ejército de Tierra alemán.

En esta ocasión, como en casi todas, se ha escogido la plaza de la ciudad, para que la exhibición tenga mayor eficacia propagandística. Baldseski, lo que queda de él, se balancea con los miembros extendidos en reposo, y una postura del cuello casi inverosímil, con la cabeza ligeramente inclinada hacia delante. La boca y los ojos están abiertos, y sus pantalones manchados, porque la muerte afloja los esfínteres.

Los expedicionarios han visto durante la jornada de marcha los restos de una gran batalla. Muchos esqueletos de carros de combate, rodeados de trincheras individuales destinadas a proteger a quienes eran los encargados de abastecerlos. Chatarra bélica por todas partes. Y los bosques mutilados por la metralla.

La ciudad les ha recibido mostrando las huellas de una devastación hasta ahora desconocida para sus ojos, que ya estaban entrenados en el oficio de ver ruinas por su experiencia de la guerra de España.

Puede ser que los edificios destruidos lleguen al 95%. En la estación de ferrocarril hay varios trenes también destruidos. Todo en Vítebsk son amasijos de hierro y escombro.

Por las calles, deambulan personajes fantasmales que se dirigen a algún destino seguramente tan incierto como el punto de partida. Es la estampa humana que se repite desde que han llegado a Rusia. Hombres con gorrillas de corta visera y mujeres con un pañuelo a la cabeza. Colores desvaídos de la ropa, movimientos trabajosos, ojos humillados.

Los judíos, algunos de ellos, salen de su encierro en guetos para trabajar en brigadas forzosas, y a cambio reciben una ración de 300 gramos de pan. Los demás no reciben nada, no comen.

De cuando en cuanto, algunos de los que se hacinan entre los escombros del recinto, un barrio de las afueras muy cerca de la estación de ferrocarril, intentan escaparse. Por la ciudad se escuchan disparos cada poco, que ya no sobresaltan a nadie. Fuera del gueto, los soldados alemanes pueden matar a todos los judíos que les venga en gana. Cada soldado alemán puede hacerlo.

No hablan apenas de ellos los voluntarios españoles que van a desfilar por las calles de Moscú y cantan para animar su larga y penosa marcha una cancioncilla de letra intencionadamente jocosa:

«Voluntario alegre, que a Rusia te vas, con rancho de hierro para caminar…».

Pero algunos, pese a todo, se preguntan ¿en qué se han metido?

En una guerra criminal. En eso se han metido.

Los falangistas y los militares que se han apuntado, los que desean con todas sus fuerzas entrar en fuego de una vez, lo están haciendo en una guerra criminal.

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¿Es más noble su propósito que el de los soldados alemanes?

¿Qué les distingue de ellos?

Los hombres que van a entrar en combate han jurado en el mes de julio fidelidad al Führer. Y forman parte de una división alemana, perteneciente a la Wehrmacht, la número 250.

Cuando han salido de España han recibido, por boca de Ramón Serrano Suñer, la consigna de acabar con el bolchevismo y barrer a Rusia del mapa. Los periódicos que han leído han explicado en titulares qué significa eso: acabar con el enemigo judeobolchevique.

La mentalidad de esos hombres está moldeada en torno a prejuicios muy parecidos a los que han trabajado los nazis en los soldados alemanes: el judío es el bolchevique, y hay que liquidarlo.

Los hombres que han pasado por Bielorrusia y por Lituania y Rusia han visto desfilar a los prisioneros que no reciben alimentos, han visto desfilar a los judíos camino del matadero. Han intuido cuál era el destino de esas comitivas, pero no han querido preguntarse más por ello.

Y han participado en algunas ocasiones en ahorcamientos o fusilamientos de presuntos partisanos. En esa «lucha contra los partisanos pero sin partisanos» que provoca una desproporcionada cifra de muertos entre los dos bandos: mueren cien partisanos por cada soldado alemán. En Bielorrusia, los responsables del grupo de ejércitos del Centro los contarán con precisión: los alemanes sufrirán mil noventa y cuatro bajas frente a ochenta mil presuntos partisanos liquidados, entre junio de 1941 y mayo de 1942.

Las crónicas de los divisionarios que escriben esporádicas narraciones para cuando vuelvan a España, las de los que toman apuntes para futuras memorias personales, identifican a los partisanos con judíos.

La Wehrmacht -de la que forma parte la división 250- tiene una instrucción que está emitida el 13 de mayo, por la que puede proceder a ejecuciones masivas en la retaguardia, no sólo de partisanos según la definición de los acuerdos de La Haya, sino también de «elementos sospechosos» y «hostigadores», tales como los que reparten octavillas o desobedecen órdenes militares.

Los españoles forman parte de la Wehrmacht, y tienen que ser fieles a su juramento y a las órdenes que establecen la fórmula de colaboración entre las SS y el ejército en la Unión Soviética. Son matanzas de las que no tienen nada que ver con las cámaras de gas. Se hacen a la vista de todo el mundo, para que sirvan de escarmiento y como parte del plan de limpieza. En Vilna, los médicos, las enfermeras y los heridos que están en el hospital español, verán matanzas de cientos de judíos. Y no hablarán de ello.

¿Podían haberse negado a seguir? ¿Se podrán negar en adelante?

Hay un precedente como el de los italianos, que se niegan a obedecer las perentorias órdenes alemanas para que les entreguen judíos o para que los asesinen ellos mismos. Hay críticas de los oficiales del ejército alemán hacia «el escaso antisemitismo de los italianos». Y se han producido incidentes graves en varias ocasiones.

Pero hay una importante diferencia de base: los italianos luchan en el Este como un aliado de Alemania. Sus divisiones han jurado lealtad a algo tan repulsivo como el fascismo, pero no al Führer, que exige la eliminación de los eslavos o de los judíos y gitanos.

Los españoles venían preparados para ello. Venían a Rusia para acabar con el judeobolchevismo. Su Hoja de Campaña, que se edita en Riga, se lo va a recordar todas las semanas: judíos y bolcheviques son los enemigos.

De la masonería es más difícil encontrar rastros en las estepas rusas.

Los divisionarios se encuentran en una guerra de gran ferocidad. Luchan casi siempre con gran valor contra un enemigo que defiende el territorio de su patria. Lo hacen en condiciones extremas. A cuarenta grados bajo cero. A las orillas del lago Ilmen.

Pero lo más importante de su acción llega en el otoño de 1942. Los voluntarios participan directamente en el asedio de Leningrado, la antigua San Petersburgo. Cercan la ciudad y tienen un papel protagonista en la muerte por hambre, por frío, o por la metralla de los cañones, de más de un millón y cuarto de personas, de civiles, de ancianos, jóvenes o niños, de hombres o de mujeres.

Por lo que eso significa casi ninguno se pregunta.

Sólo se preguntan por sus caídos. Por los miles de camaradas que se quedan para siempre bajo la tierra de Rusia. Los que mueren, por ejemplo, en Krasni-Bor.

La actitud piadosa de muchos divisionarios españoles crea conflictos con el ejército alemán. Pero no hay protestas de los oficiales ni de los jefes. Ni de Muñoz Grandes, ni de su sucesor, el general Emilio Esteban-Infantes, surge ninguna oposición a los actos que pueden observar y que van de manera flagrante contra la Convención de La Haya.

Cuando la guerra acabe, y se celebre el proceso de Nüremberg para esclarecer y castigar los crímenes de guerra cometidos por los responsables alemanes, se abrirá un proceso contra el OKW, el centro de mando del ejército alemán.

De los catorce encausados, tres habrán sido jefes directos de los españoles de la división 250: el mariscal Wilhelm von Leeb, jefe del grupo de ejércitos del norte; el general Georg von Kügler, jefe del 18 ejército, y el general Karl von Roques.

Un buen plantel de hombres que serán declarados culpables de crímenes de guerra y crímenes contra la Humanidad.

De manera más explícita, por haber elaborado y puesto en práctica órdenes criminales como la del exterminio de comisarios, por haber perpetrado crímenes contra prisioneros de guerra, por haber deportado a civiles de los países ocupados condenándoles a realizar trabajos forzosos, y por haber tomado parte en el asesinato de judíos en el frente oriental.

Todos los mandos que serán condenados pertenecen a la Wehrmacht, no a las SS, sino al ejército profesional alemán, que ejecuta con aplicación las órdenes recibidas, siguiendo las instrucciones del mando supremo.

Les guste o no, los voluntarios católicos y falangistas forman parte de una guerra. Han jurado obedecer.

Detienen a supuestos partisanos, ejecutan cuando procede a sospechosos de serlo, entregan a los alemanes a los prisioneros para que les interroguen de formas más severas que las que ellos practican.

Y contemplan con pasividad cómo sus camaradas alemanes disparan a los prisioneros rezagados cuando caen exhaustos en las cunetas. Callan lo que saben sobre los asesinatos de judíos. Y observan con fascinación los bombardeos de los aviones stuka sobre Leningrado y su población civil.

Su viaje acaba en 1944, cuando los últimos, los irreductibles pronazis, son obligados a volver. Su coronel, Antonio García Navarro les había ofrecido un fin más heroico:

«¿Sabéis lo que os pide la Legión? Os pide morir».

Los que fueron despedidos como héroes en 1941 vuelven a España a hurtadillas, para no molestar a los aliados que van a ganar la guerra. Muchos militares ascienden. A algunos soldados les dan empleíllos, una portería o un estanco.

Setenta años después, son muy pocos los que quedan para ir al cementerio de la Almudena a cantar Yo tenía un camarada.

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La División Azul – 250ª Div. Inf. de la Wehrmacht

Categoria: Infantería

La popularmente conocida “División Azul”, fue una unidad de voluntarios españoles que intervino en la campaña de Rusia entre 1941 y 1943 en el frente de Leningrado. Esta unidad expedicionaria fue complementada con una unidad aérea conocida como el “Escuadrón Azul”, unidad aérea destinada también en el frente ruso y que estaba encuadrada primero en la JG27 para pasar posteriormente al JG51.

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Cuando Alemania invadió la URSS en junio de 1941, España sabía que tenía una deuda contraída con el Régimen Nazi por su asistencia durante la Guerra Civil de 1936-39. En España el sentimiento anticomunista estaba muy arraigado: se consideraba que la guerra había durado tanto por la ayuda Soviética al Gobierno de la República y a las Milicias Republicanas procomunistas. La invasión de la URSS por parte Alemana fue una excusa para que España, más concretamente el Régimen de Franco, llevara la continuación de la Guerra Civil a suelo Ruso.

Rápidamente se abrieron oficinas de reclutamiento en las dependencias locales de cada municipio de España de la Falange Tradicionalista Española y de las JONS, único partido existente en la Dictadura del General Francisco Franco Bahamonde en el periodo 1939-75. Los voluntarios no se hicieron esperar y cuando se cerraron las oficinas de reclutamiento el 2 de julio de 1941 se habían superado con creces los 18.000 voluntarios previstos, las cifras daban la posibilidad de crear un Cuerpo de Ejército completo, entre ellos se encontraban los cadetes de la academia de infantería de Zaragoza.

La División quedó compuesta por 4 Regimientos de Infantería (Coroneles RodrigoEsparzaPimentelVierna), un Regimiento de Artillería (piezas alemanas de 105 y 150mm) y unidades de reconocimiento, comunicaciones, ingenieros y zapadores, artillería contracarro (piezas de 37mm) y sanidad. Franco eligió como jefe de esta división al General Agustín Muñoz Grandes, veterano comandante de un cuerpo de ejército durante la Guerra Civil y este partió hacia Berlín junto a su Estado Mayor el 14 de julio.

El sobrenombre de “División Azul” fue adoptado por el color de las camisas, estas eran de la Milicia Falangista de color azul. Los voluntarios fueron despedidos con bandas de música y cruzaron la frontera Hispano-Francesa por el puente de Irun en tren. La alegría de estos hombres que no paraban de cantar durante su trayecto hasta Alemania era de cuando en cuando truncada por los civiles franceses que arrojaban piedras al paso del convoy cerca de las estaciones.

Los primeros convoyes llegaron al campamento de instrucción de Grafenwöhr a partir del 17 de julio, donde fueron recibidos por auténticas multitudes agradecidas. El 25 de julio la División fue oficialmente nombrada 250ª División de Infantería y fue remodelada al estilo alemán, pasando de 4 a 3 regimientos de infantería quedando constituido de la siguiente manera:

262º Regimiento de Infantería (3 batallones)

263º Regimiento de Infantería (3 batallones)

269º Regimiento de Infantería (3 batallones)

250º Regimiento de Artillería (9 baterías de 105mm y 3 de 150mm)

250º Batallón de Reserva

Los efectivos totales fueron de: 641 oficiales, 2.272 suboficiales y 15.780 soldados. Franco había ordenado que al menos el 50% de oficiales y suboficiales fuesen personal profesional en activo, pero desde el empleo de teniente hacia arriba fueron todos militares profesionales en activo. El 28 de julio empezó la instrucción de combate y aquí rápidamente chocó el distendido y casi anárquico temperamento español con la férrea disciplina prusiana. Los instructores alemanes se quejaban constantemente del poco profesional comportamiento de los españoles. El día 30 de julio toda la División realizó el desfile y la jura de fidelidad al Führer: el texto fue modificado para que sólo lo hicieran en su lucha contra el comunismo.

Finalmente el 20 de agosto la División fue embarcada hacia Rusia en trenes que les llevaron hasta Suwalkien Polonia, a una distancia de 1.200 kilómetros de su campamento de instrucción. Allí realizaron una marcha a pie de cerca de 1.000 kilómetros hasta Vitebsk. Esta marcha presumiblemente fue una medida disciplinaria para aplacar el indisciplinado temperamento español. La misma acabó con los ánimos de muchos españoles y la vida de muchos caballos en las carreteras de VilnaMolodeschnoMinskOrsha yVitebsk. Duró cerca de 40 días…

1941

La “División Azul” originariamente debía marchar sobre Smolensk, en el Grupo de Ejércitos Centro, pero fue transferida al 18º Ejército de von Leeb en el Frente de Leningrado donde permanecería hasta su retirada en 1943. Los españoles llegaron a su zona de la línea de combate entre el 11-12 de octubre de 1941, para relevar a la 18ª División de Infantería y parte de la 126ª. Estaban encuadrados en el XXXVIIIº Cuerpo de Ejército y serían responsables del frente entre LubkovoKurisko.

El bautismo de fuego de los españoles fue la denominada: “Carnicería de Possad”. El mando alemán había decidido realizar una ofensiva hacia esta ciudad el 20 de octubre. En la operación participaron la 18ª y la 126ª División Alemanas y los Regimientos 263º y 269º Españoles. Durante los días 20 de octubre y 8 de noviembre de 1941, los combates se sucedían seguidos de contragolpes soviéticos. Ese día la “División Azul” recibió la orden de relevar las fuerzas de la 18ª División en las aldeas de OtenskiPossadPosselock, pues estas fuerzas se habían quedado aisladas por haberse separado excesivamente del grueso y la comunicación con ellos se hacía a través de una carretera muy expuesta al fuego enemigo. Al alba del 12 de noviembre los rusos lanzaron un fuerte asalto para expulsar a los españoles de estas aldeas. El 13 la aldea de Possad estaba cercada y la defensa se hacía a punta de bayoneta. Cuando el 14 llegaron las fuerzas de auxilio los 380 hombres originarios tenían cerca de 200 muertos y heridos.

Los combates por Possad continuaron hasta el 7 de diciembre en que fue autorizada su retirada a su línea original de partida dejando más de 100 muertos y casi medio millar de heridos. Una nueva tragedia para los españoles tendría lugar el 27 de diciembre de 1941; la línea española al oeste del río Volkhov tenía su subsector norte en las aldeas de UdarnikLubkovo y una pequeña guarnición llamada “La intermedia” entre ambas aldeas. Esa noche los rusos atravesaron el helado río y asaltaron Udarnik“La intermedia”, y aunque consiguieron ocupar la aldea pronto fueron expulsados por los refuerzos españoles quienes desviaron una pequeña fuerza de auxilio hacia “La intermedia” . Cuando llegaron quedaron horrorizados: los defensores habían sido pasados a cuchillo, desnudados y clavados en el suelo con sus propias bayonetas y zapapicos. Los rusos habían sido empujados hacia Lubkovo cerca de la llamada “vieja capilla”, entonces los españoles asaltaron gritando y apoyados por el fuego de artillería la posición rusa poniendo en fuga rápidamente al batallón soviético que estaba allí. Los rusos intentaron cruzar sobre la superficie helada del río Volkhov, pero desde la orilla los españoles junto a una batería ligera alemana dispararon sobre ellos y quince minutos después no quedaba ningún ruso vivo sobre la helada y ensangrentada superficie del río. “La intermedia” había sido vengada. Este tipo de atrocidades por ambas partes fue la pauta común de la lucha en el Frente del Este.

1942

La “División Azul” no tendría un descanso muy largo, el 10 de enero de 1942 se recibió la orden de partir en auxilio de Vsvad y de los restos de la 290ª División Alemana cercada en la villa. Los 206 hombres del Capitán Ordás cruzaron el helado Lago Ilmen con temperaturas cercanas a los 56º bajo cero sufriendo en este proceso 112 casos de congelación de los cuales 18 eran tan graves que no tenían muchas esperanzas de supervivencia. Para el 14 de enero la fuerza española se había reducido a 76 hombres. El 17 se unieron a los españoles una sección de soldados letones de la 81ª División Alemana. Esta fuerza seguía avanzando hacia Vsvad abriéndose paso entre las fuerzas rusas a fuerza de bayoneta hasta que fueron obligados a retroceder por una fuerza soviética de carros T-26.

El 19 de enero una fuerza compuesta por 23 españoles y 19 letones se encontraba en la aldea de Maloye Utschno donde fueron atacados por oleadas de esquiadores soviéticos borrachos de vodka, siendo rechazados oleada tras oleada por los defensores. Al día siguiente una fuerza de 7 españoles, 1 Pz.IV y dos secciones de alemanes salieron desde Pagost Ushin en su ayuda. Constantemente hostigados por los soviéticos hallaron entre la nieve a 4 españoles y 1 letón que volvían de Maloye Utschno: eran los únicos supervivientes. Más tarde encontraron a otro soldado letón tendido en la nieve. Ya solo quedaban 20 españoles de los 206 originales. El 21 de enero el Teniente Otero de Arce, 1 sargento y 5 hombres conseguían enlazar con la bolsa de Vsvad. Cuando el 25 de enero terminó la misión del Capitán Ordás este informó que su unidad quedaba reducida a 12 hombres en condiciones de combate de 206 que tenía antes.

El 13 de enero de 1942, los soviéticos rompieron el frente del río Volkhov creando una bolsa en Maloye Samoshie. Se ordenó a la “División Azul” enviar fuerzas para abrir una línea de comunicación y evacuar a la guarnición cercada. El 2/269º relevó finalmente con éxito la guarnición alemana el 12 de febrero. Esta operación invirtió la situación, pasando los soviéticos al oeste del río Volkhov a ser ellos los embolsados. Con el río a sus espaldas que tuvieron que empezar a evacuar parcialmente el 1º de mayo de 1942.

El XXVIIIº Cuerpo de Ejército recibió la orden de reducir la bolsa desde el saliente sur: su unidad de cabeza sería la 126ª División, una unidad de reciente creación que estaba compuesta por una amalgama de fuerzas entre las que se incluían varias unidades de la “División Azul”, el Kampfgruppe “Valentin” y un batallón flamenco. Se debía atacar Maloye Samoshie y enlazar con las unidades que venían desde el norte. Esta unidad estaba bajo el mando del Coronel Burks y empezó su ataque el 21 de junio, con los españoles en el centro y los alemanes y flamencos a sus flancos la División empezó a recibir un fuerte ataque de las fuerzas rusas emboscadas en los bosques cercanos. Tras avanzar 3 kilómetros los flancos empezaron a quedarse rezagados mientras los españoles seguían avanzando al mando del Capitán Miláns del Bosch (tristemente conocido por ser el Capitán General de Valencia que se sumó a los golpistas el 23 de febrero de 1981) Los españoles quedaron muy expuestos al destacarse del ataque y al día siguiente recibieron la orden de retroceder hasta la línea que defendían alemanes y flamencos. El 23 de junio se reanudó la ofensiva haciaMaloye Samoshie, apoyados por “Stukas” y 4 carros Tigre del sPzAbt. 502 y el Coronel Burks ordenó a los alemanes y flamencos: “no seguir con los brazos cruzados mientras avance un solo español”. Finalmente se ocupó la aldea el 25 de junio y las operaciones de limpieza se prolongaron tres días más. Los españoles en los 7 días que duró la operación capturaron unos 5.000 prisioneros y cerca de medio centenar de piezas de artillería, sufriendo en este proceso unas 300 bajas.

El 23 de agosto la “División Azul” fue relevada por la 20ª División Motorizada, y con la caída de Sebastopol yCrimea se concentraron grandes reservas en el área de Leningrado para intentar un asalto a la ciudad sitiada. Los españoles fueron retirados a retaguardia para una necesaria reorganización y un breve entrenamiento en el asalto a una ciudad. Luego el 7 de septiembre de 1942 encuadrados en el XXIVº Cuerpo de Ejército ocupó sus posiciones en la línea frente a Leningrado que iba desde Pushkin al oeste hastaKrasny Bor al este. Allí tenían que enfrentarse a diario con 3 Divisiones soviéticas (56, 73 y 109) cercadas enLeningrado. Al contrario que los alemanes el temperamento español les permitió mantener una buena relación con los civiles de retaguardia que vivían en las aldeas ocupadas, sobre todo con las mujeres, las cuales estaban encantadas de los españoles, pues a cambio de compartir las raciones de los soldados españoles, éstas se ocupaban de las tareas domésticas en las casas ocupadas por los soldados: hacían la colada, preparaban la comida y limpiaban las casas.

Este ambiente cambió tras el desastre de Stalingrado: el 6º Ejército de von Paulus quedó cercado el 19 de noviembre de 1942 y las reservas traídas a Leningrado fueron rápidamente transportadas al sur para tapar la brecha del 6º Ejército. El 12 de diciembre de 1942 el General Agustín Muñoz Grandes fue relevado por el General Emilio Esteban Infantes. El General Muñoz voló a Madrid vía Berlín donde el Führer le impuso las Hojas de Roble a la Cruz de Caballero que le fue concedida en marzo de 1942.

1943

El 12 de enero de 1943 los rusos decidieron pasar a la ofensiva en el norte realizando un ataque a la línea de sitio de Leningrado desde dentro y fuera de esta. Unidades de la “División Azul” fueron enviadas a la zona exterior del anillo de sitio y un batallón del 269º Regimiento fue acantonado en Posselock y sus alrededores el 22 de enero de 1943. Desgraciadamente el frente en ese sector no disponía de ninguna trinchera o cubierta donde resguardarse del clima y del fuego enemigo. Ese día los rusos iniciaron el asalto aPosselock donde los españoles debían rechazar los continuos ataques en masa a punta de bayoneta y al descubierto. A media noche del 24 los escasos 70 supervivientes de cerca de 800 iniciales fueron relevados por los Alemanes. Posselock y la línea del frente había sido conservado sin filtraciones.

Los supervivientes no tendrían mucho respiro, pues el 25 de enero fueron requeridos para cubrir un hueco en la línea de frente, y rechazaron todos los asaltos soviéticos hasta que fueron relevados el 28 de enero por los alemanes. El día 30 llegaban a retaguardia 28 supervivientes de 800.

El 9 de febrero de 1943 los soviéticos intentaron romper el cerco en la zona de Krasny Bor y tomar la línea de ferrocarril y la carretera LeningradoMoscú. La línea fue reforzada en la retaguardia por unidades de la 212ª División alemana. 4 Divisiones soviéticas (43,45, 63 y 72) con un total de más de 40.000 hombres, 100 carros de combate (KV-1 y T-34) y alrededor de 800 cañones atacaron al alba del 10 de febrero de 1943 a 5.600 españoles (262º Regimiento, 250º Batallón de Reserva, 250º Grupo de Exploradores, Compañía de Esquiadores, 1º Grupo de Artillería (105mm), una batería del 3º Grupo de Artillería (105mm) y una batería del 4º Grupo de Artillería (150mm)).

Durante más de tres horas los españoles fueron martilleados por la artillería soviética que barría todo lo que alcanzaba y a media mañana aparecieron frente a los supervivientes los temibles T-34 seguidos de una masa de infantería soviética que irrumpía entre las líneas españolas y avanzaban hacia Krasny Bor, totalmente en llamas. El Capitán Miranda y la plana mayor del 250º Batallón de Reserva avanzaron para tapar una brecha y entonando el himno Falangista, el “Cara al sol”, fueron engullidos por las masas de infantería soviéticas. Avanzada la mañana los restos de la 1/262 llegaron a las ruinas de Krasny Bor desde su línea del frente. Para el mediodía pequeños grupos aislados todavía combatían para mantener Krasny Bor y los accesos a la carretera LeningradoMoscú. En el pueblo los T-34 que se habían infiltrado entre la línea española se comportaban como elefantes en una cacharrería, destruyendo lo poco que aun quedaba en pie incluido el improvisado hospital de campaña. El Coronel Sagrado, jefe del 262º Regimiento, reunió un pequeño grupo de soldados e intentó asaltar a los blindados para distraer su atención, mientras se evacuaba los heridos del hospital, consiguiendo a las 1300 de la tarde obligar a retirarse a los soviéticos y pudiendo finalmente evacuar el hospital. A las 1400 aparecieron los cazabombarderos alemanes para aliviar la situación, pero de nada sirvieron pues las masas de infantería soviéticas iban asaltando una a una las bolsas de resistencia españolas.

A media tarde una improvisada División alemana, la 112ª; compuesta por tropas alemanas, flamencas y letonas avanzaron hacia Krasny Bor enlazando con los pocos supervivientes españoles que fueron evacuados hacia la fábrica de papel que estaba al sur del pueblo en un meandro del río Ishora, donde el 11 de febrero fueron machacados por la artillería soviética y un avance de la infantería rusa, continuando los ataques hasta el 15 de febrero. Causaron sin embargo, grandes bajas a los asaltantes rusos. El informe presentado al General Esteban Infantes el 17 de febrero de 1943 decía que en la batalla de Krasny Bor, la “División Azul” había sufrido cerca de 3.600 bajas frente a unas 11.000 aproximadas de los rusos. Pero el calvario de los defensores de la fábrica de papel aun no había acabado. El 19 de marzo de 1943 se produjo el último asalto en masa al sector siendo repelido con grandes bajas por ambos lados. Después de este episodio los españoles no fueron atacados más por los blindados ni la infantería pero si lo fueron por la artillería y los morteros. Se habían ganado el respeto y el temor de los soviéticos y a finales de mayo todos fueron relevados por la 254ª División alemana.

Desde marzo a septiembre de 1943 la “División Azul” volvió a la tediosa lucha en las trincheras. Regularmente los rusos lanzaban un ataque de infantería precedido por el fuego de la artillería. Estos asaltos de unos 300 hombres generalmente eran rechazados con grandes perdidas para los rusos. Tras el desastre de Kursk en Madrid se hizo obvio que la suerte alemana en el este estaba sellada y se cursaron las órdenes para la retirada y repatriación de los voluntarios de la “División Azul”. El 14 de octubre de 1943 el General Esteban Infantes fue condecorado con la Cruz de Caballero y se le informó confidencialmente que la División sería retirada y repatriada a España. El primer convoy con los repatriados cruzó la frontera en Irun el 29 de octubre de 1943.

A pesar de la repatriación de la “División Azul” la presencia española en el Frente del Este no desapareció. En su lugar fue creada la “Legión Azul” con unos efectivos de 1.500 hombres, que fue formada definitivamente el 20 de noviembre de 1943 y permaneció en Rusia hasta el 21 de marzo de 1944, fecha en que fue definitivamente repatriada, sufriendo la retirada y debacle del Grupo de Ejércitos Norte. Con ello no quiere decir que aquí acabara la intervención de voluntarios españoles en la 2GM, pues algunos de ellos decidieron quedarse y se alistaron en las Waffen SS, donde permanecieron hasta el fin combatiendo. En el propio Berlín, esta unidad de españoles de la Waffen SS se conoció como la “Unidad Ezquerra”, en honor de su Capitán el ex-Divisionario Azul Miguel Ezquerra.

En el historial de acción de la “División Azul” en el Frente del Este se resumen las bajas como sigue: 3.934 muertos, 8.466 heridos y 326 desaparecidos. Junto a éstos, unos 350 estaban en los gulags soviéticos donde perecerían aproximadamente unos 90, los restantes (219 Divisionarios, 7 Legionarios, 21 “Ezquerristas” y 1 piloto de la Fuerza Aérea Expedicionaria) permanecerían hasta finales de marzo de 1954 y el 2 de abril llegaron al puerto de Barcelona en el vapor Griego “Semiramis”.

Como hemos comentado una unidad de la Fuerza Aérea participó en la lucha en el este con un historial de derribos de 156 aparatos, combatiendo en los cielos de MoscúKarkhovKurskSmolensk. Al principio les fueron suministrados los Me-109 y se les sustituyó estos aparatos a finales de 1942 por los Fw-190. Sufrieron 22 bajas de las cuales, como sabemos, 1 regresó a España. Entre sus ases podemos destacar al Comandante Cuadra con 10 victorias.

José Miguel Fernández Gil
“Alm. Yamamoto”

alm_yamamoto@hotmail.com

ás información sobre ‘La División Azul. Rusia, 1941-1944’ aquí.

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2 Responses to “ÚLTIMAS NOTICIAS SOBRE LA DIVISIÓN AZUL”
  1. aaron 4ºb dice:

    holaaaa

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